Ese punto quieto donde reina el dogma; la mentira en todas sus formas, como la traición, el silencio cómplice, la lujuria, la concupiscencia, la instigación, la calumnia, la extorsión, el secuestro, la apropiación, la intriga y cuantas más, que se configuran en cada nivel profundo de la existencia, para formar los diferentes niveles por donde la honestidad tiene que transcender en constante interacción y en razón de alcanzar los escalones que a su paso debe debilitar de la gama energética, está compuesta de materia oscura.
De ahí surge la honestidad, del mero centro y emerge, como hielo seco por los candentes caminos qué como torrentes de la existencia, a su paso van haciendo huella, promoviendo el dolor por el desprendimiento de las secuelas putrefactas arraigadas en las paredes de la estructura que sostiene a esa básica forma de existir que entendemos y defendemos como única forma de presentarse.
Ahora estoy en ese proceso, no me duele la carne sino el sentir como mío lo que atrás queda envuelto en el mal oliente escenario de la existencia in animada, quieta, consumidora de la esperanza de cada elemento que la compone y el continuar lo impone; el estar consciente que la oscuridad es el ambiente intra-terreno que se abandona una vez despierto por la fe de una existencia luminosa.
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